La mañana del domingo 17 de marzo de 2013 amaneció nublada y acompañada de una finísima lluvia que con el paso del tiempo y el aumento del viento se convirtió en algo molesto. Era un día calcado a los anteriores 25 días con mucho viento, mar revuelta y encima se unió la lluvia, podíamos decir que era
un domingo de tele y palomitas. Con el transcurso de las horas la situación mejoró y decidí bajar a pescar a sabiendas que lo único que conseguiría era una dieta japonesa a base de algas, eso si, en grandes cantidades y de diferentes colores. El atardecer y el cambio de temperatura pararon el viento y la corriente cambío arrastrando la mayor parte de la suciedad, dejando el agua casi limpia y cristalina. Estaba perfecto para pescar; las primeras picadas no se hicieron esperar y al de poco tiempo los esparidos cambiaron mi suerte. En dos horas tuve doce capturas y variadas, lo único que eché de menos fueron las escorporas. Este domingo parecía "
un oasis dentro del desierto". El ultimo mes ha sido un horror, llegando algunos días a la desesperación ya que si no pescas pues no pasa pero si a esto unimos frío, mar muy sucio y sobre todo viento es un cóctel insufrible. El viento es un enemigo importante en la pesca con señuelos.
A mitad de febrero, una noche muy cerrada, me ocurrió algo muy peculiar. Estaba pescando y en la segundo o tercer lanzamiento comencé a tener picadas, picadas, picadas y todas falladas y falladas, es una de esos días que piensas lo malo que eres y que todo lo anterior ha sido suerte... Quinto, sexto, séptimo lanzamiento, mas y mas picadas; ya cabreado espero un poco y Zas! tirón fuerte, enciendo el frontal y cual es mi sorpresa al ver que en el trenzado tengo enganchado un murciélago. La pena que se soltó sino fotaza al canto y por supuesto captura y suelta, que escasean. Las picadas eran toques de los murciélagos en el hilo y como la noche estaba tan oscura que al principio no me di ni cuenta.
¿Os ha pasado alguna vez esto?
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